jueves, 11 de febrero de 2021

Un enorme cuenco de polvo


Poco después de La Crisis de 1929, una prolongada sequía unida a un inadecuado manejo agronómico,  dio lugar a uno de los episodios más penosos del Siglo XX en Estados Unidos. Dicho episodio es conocido como el Dust Bowl.

Como consecuencia del laboreo intensivo, así como del fuerte estrés hídrico producido por la persistencia de una sequía que duró años, los fuertes vientos que azotaron la vasta región afectada produjeron un fenómeno erosivo colosal. Las tormentas secas eran de tal envergadura que levantaban nubes de polvo que ocultaban la luz del sol. Las impresionantes imágenes de tales fenómenos debieron de quedar grabadas en la mente del escritor John Steinbeck, que estuvo en la zona como reportero del periódico San Francisco News. Quizás por ello, en su obra maestra “Las uvas de la ira” las describe con tanta crudeza:

 Por la mañana el polvo colgó como una niebla y el sol era de un rojo intenso, igual que sangre joven. Durante todo ese día y el día siguiente el polvo se fue filtrando desde el cielo. Una manta uniforme cubrió la tierra. Se asentó en el maíz, se apiló encima de los postes de las cercas y sobre los alambres, se posó en los tejados y cubrió la maleza y los árboles 

Fragmento de  "Las Uvas de la Ira."

La conjunción de tales factores y, especialmente, la erosión del suelo, la falta de agua, las temperaturas altas y la precaria situación financiera de los pequeños agricultores de la zona afectada, principalmente en los estados de Texas, Oklahoma, Kansas y Colorado, hizo que estos no pudieran asumir las rentas de las explotaciones arrendadas o, en su caso, las hipotecas que tuvieron que suscribir los pequeños propietarios con los bancos para poder hacer frente a las dificultades financieras que ya venían de lejos. De esta manera, la pobreza se extendió por la región y lo que parecía impensable sucedió: se quedaron despojados de sus explotaciones.

Como consecuencia de todo ello, tal y como se cuenta en la novela de Steinbeck, cientos de miles de familias hambrientas vendieron las pocas pertenencias que les quedaban y se echaron a la carretera en un durísimo viaje migratorio. Se estima que en total más de 3 millones de personas se desplazaron desde las grandes llanuras afectadas. Muchos de ellos se dirigieron hacia California en busca de un empleo.

La empobrecida masa empleó la famosa Ruta 66 para realizar el largo viaje pero, lejos del glamour que evoca el nombre de dicha carretera, en aquellos años fue la ruta de los desheredados:

“La 66 es la ruta de la gente en fuga, refugiados del polvo y de la tierra que merma, del rugir de los tractores y la disminución de sus propiedades, de la lenta invasión del desierto hacia el norte, de las espirales de viento que aúllan avanzando desde Texas, de las inundaciones que no traen riqueza a la tierra y le roban la poca que pueda tener. De todo esto huye la gente y van llegando a la 66 por carreteras secundarias, por caminos de carros y por senderos rurales trillados. La 66 es la carretera madre, la ruta de la huida

 

Fragmento de  "Las Uvas de la Ira."

A esta horda pobre, hambrienta y sucia nadie se lo puso fácil. Allá por donde pasaban en su ruta de emigración eran mal recibidos, su aspecto resultaba insultante a las poblaciones locales y su competencia bajaba el precio de los jornales en una economía precaria.

Tal y como se indica en este documento del Smithsonian American Art Museum, cuando los emigrantes llegaban a la frontera estatal con California  les aguardaban los patrulleros que les invitaban a que volvieran a sus lugares de origen, que no había suficiente trabajo para ellos en California. Además, la población local de dicho estado era hostil hacia los migrantes debido a que suponían una fuerte competencia por un recurso escaso como el trabajo, y porque consideraban que los okies, como los llamaban despectivamente, eran cultural y socialmente inferiores, atrasados ​​y sin educación.

Tales circunstancias llevaron a esta población a numerosas situaciones de discriminación e, incluso, a delitos de odio, tal y como se muestra en la obra de Steinbeck. El chabolismo, el abuso laboral, la falta de condiciones higiénicas en sus destartalados campamentos, así como la falta de atención de las autoridades californianas y la ausencia de asistencia sanitaria condenaron a buena parte de estas personas a la exclusión social, sufriendo, en muchas ocasiones, violencia tanto por parte de la población local como de la policía.

Todo ello nos hace pensar que estamos ante un trato discriminatorio cuyo principal motivo era la pobreza del colectivo afectado y, por tanto, estamos ante un caso de aporofobia. No obstante, al ser considerados como una cultura inferior a la de las poblaciones locales, vemos una interseccionalidad con el racismo cultural. Sin embargo, aún siendo emigrantes se podría descartar la xenofobia porque, aunque de estados diferentes, tanto los okies como la población de las zonas receptoras tenían la misma nacionalidad.

Como consecuencia de todo lo expuesto, la Administración Federal tuvo que intervenir, creando una agencia gubernamental llamada Resettlement Administration, que trató de implantar un programa de colonización para reubicar a buena parte de esta masa de emigrantes rurales. No obstante, ante la oposición de gran parte del Congreso y de la población en general, dicho programa se suspendió y fue sustituido por otro en el que se trató de dignificar la vida de los emigrante mediante la creación de campamentos de ayuda en California. Sin embargo, dicho objetivo también tuvo gran oposición por parte los californianos, que no querían que los okies indigentes se establecieran entre ellos. Debido a esa oposición, el programa tuvo un alcance limitado. Ante el fracaso de los programas implantados por el Resettlement Administration, las competencias para la ayuda a de los emigrantes se transfirió a una nueva agencia federal, la Farm Security Administration (FSA).  

Para finalizar esta entrada, me gustaría destacar que, dentro de estas  agencias, se llegó a la conclusión de que la mejor manera de limitar la oposición a sus programas de ayuda era dar a conocer esta realidad a los americanos. Dicho objetivo, se realizó mediante la contratación de un grupo de fotográfos que se encargaron de dejar constancia gráfica de las diferentes realidades del Dust Bowl, lo que no sólo sirvió para visibilizar dicha realidad en ese momento, sino que también ha quedando como un gran legado para que no se olviden las múltiples enseñanzas que se pueden extraer de esta auténtica tragedia. Actualmente, dichas fotografías se conservan en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

En definitiva, la historia del Dust Bowl y el impresionante archivo gráfico de la FSA, nos recuerdan que la pobreza es una circunstancia que, en la mayoría de las ocasiones, no depende de la persona que la sufre, ya que sus causas pueden venir determinadas por factores de nacimiento, sociales, naturales o de cualquier otra índole. En el caso de los okies, dichas causas fueron sobrevenidas y transformó la vida de millones de personas, llevándolas de la comodidad de sus hogares y granjas a la más absoluta miseria. Circunstancias que muchos de sus compatriotas contemporáneos no supieron comprender, llevándolos a considerar a las víctimas de este fenómeno, simplemente, como seres inferiores y despreciables.

  

Algunas fotos del Dust Bowl realizadas para el programa de la FSA:

 

Tormenta de arena en Colorado. Foto: J.H. Ward

Familia en la tormenta  Foto: Arthur Rothstein.
                                                      

Emigrando a pie. Foto Dorothea Lange   

 

Hacinados en un camión. Foto: Dorothea Lange.
                                               
Descansando en caseta. Foto Dorothea Lange

Averiados y con bebé enfermo. Foto Dorothea Lange.

Infravivienda okie. Foto: Dorothea Lange.

Madre okie amamantado. Foto: Dorothea Lange.


 

1 comentario:

  1. Me ha gustado leer tu artículo, desconocía este hecho. Lo he descubierto gracias al enlace de Fran Prendes en Twitter con #AprendeDiversidad y #Aprendizaje_INAP.

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