domingo, 7 de febrero de 2021

La transformación del señor Chamchawala

Cuando Saladin Chamcha, tras sobrevivir a un atentado terrorista, alcanzó aquella playa inglesa, fue despojado de todos los atributos de la cultura británica que, durante tantos años, se esforzó en cultivar. Los vecinos no fueron capaces de apreciar su refinamiento y su devoción por los modales civilizados. Sólo era un indio que había alcanzado la costa, un semihumano con cuya sola presencia quedaba amenazaba su forma de vida y fue así como, debido a la mirada de los paisanos de aquella remota playa, comenzó su transformación en horrible criatura.

Con el nacimiento de aquellos dos cuernos en su frente y la mutación de sus piernas en unas terroríficas patas de chivo, era normal que fuera capturado por los agentes de inmigración y que, tras recibir un tratamiento bestial, acabara en aquel misterioso centro en el que compartió desdichas y fuga con todo tipo de bestias humanas, tales como un mantícora, hombres serpiente, personas planta, hombres insecto, gente con cuernos de rinoceronte y todo tipo de criaturas que nunca hubiera podido imaginar.

En la conversación que mantuvo Saladin con el mantícora, y gracias a la cual decidió rebelarse contra la injusticia de su cautiverio, Salman Rushdie narra con maestría el poder de la mirada ajena:

“[…] La criatura se dominó (refiriéndose al mantícora). << La cuestión es que algunos de nosotros no queremos seguir tolerándolo -dijo con vehemencia-. Saldremos de aquí antes de que nos conviertan en algo peor. Noche tras noche siento que otra parte de mi empieza a cambiar. […]

 

<<Pero, ¿cómo lo hacen?>>, inquirió Chamcha.

 

<<Nos describen –susurró el otro solemnemente-. Eso es todo. Tienen el poder de la descripción, y nosotros sucumbimos a las imágenes que ellos trazan.>>

En esta entrada del diario he querido presentar este personal resumen del pasaje de la novela “Los versos satánicos” de Salman Rushdie en el que el Señor Salahuddi Chamchawala (Saladin Chamcha para integrarse mejor en Reino Unido), se convierte en un chivo a ojos de los ingleses pero también ante su propia mirada. Se trata de una parte apasionante del libro y, por ello, me he permitido utilizarla para el primer reto del curso.

Más allá de las numerosas, y muy polémicas interpretaciones que ha tenido la novela, es evidente que en este pasaje, como en otros muchos, el autor nos habla de la discriminación que sufren los emigrantes indios en Gran Bretaña. Resulta evidente que si, tras un espantoso suceso, la persona que hubiese acabado en aquella playa hubiese sido blanca, los vecinos no se hubiesen horrorizado por su presencia sino por su dolor. Fácilmente, podemos imaginar que lo hubiesen auxiliado y, en vez de llamar a los agentes de inmigración, hubiesen dado la alarma a los servicios sanitarios para que fuese debidamente atendido.

Igualmente, de haber sido un ciudadano británico blanco, el comportamiento de los funcionarios no hubiese sido el de torturar a la persona a la que tendrían que haber atendido y, por su puesto, no hubiese terminado en un centro de retención sino en un hospital.

Todas estas consideraciones nos llevan a la conclusión de que el desdichado Saladin ha sufrido una serie de discriminaciones directas por el mero hecho de parecer un inmigrante indio, ya que su trato fue radicalmente desfavorable con respecto al que hubiese recibido de tener el aspecto de un ciudadano integrado en la sociedad británica, tal y como realmente era el protagonista, puesto que llevaba años viviendo en la isla, estaba casado con una mujer británica y era muy apreciado en su trabajo de actor de doblaje puesto que era capaz de imitar cualquier acento; era el hombre de las mil voces El grupo discriminado son los inmigrantes extranjeros y, dentro de ellos, los que no son de raza blanca.

Resulta interesante el hecho de que, en el texto, se nos deja claro que el motivo de la discriminación es el estereotipo que lo estigmatiza ya que, se puede interpretar que la imagen de chivo no es otra cosa que la imagen simplificada y deformada que los británicos tienen del grupo étnico de Saladin, imagen que cae con especial brutalidad en un ser humano que necesita asistencia tras haber sido víctima de un atentado terrorista.

Igualmente, me resulta revelador el hecho de que el propio Saladin, al igual que la mayoría de internos del centro de retención, asume la naturaleza bestial que les atribuyen los otros. Se trata de un claro ejemplo de discriminación interiorizada que, en el caso del protagonista, no sólo se manifiesta en este episodio sino que, a lo largo de la narración, se expresa a través del desprecio que siente hacia su origen indio. Está claro que se avergüenza de él y quizás esa cultura de la inferioridad que se le inculcó en La India colonial fue el germen que permitió que asumiera que era un demonio con cuernos y patas de chivo. Sólo el ánimo y el impulso del mantícora lo llevan a rebelarse contra dicha injusticia.

Recomiendo la lectura de este libro ya que, además de su gran calidad literaria, está llena de pasajes tan interesantes como éste, plagados de mensajes complejos y de imágenes oníricas que desembarcan en la realidad para construir un relato enriquecedor y muy entretenido.

 

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